Un refrán muy conocido dice que las apariencias engañan. Y ese podría ser el caso del hijo de tu vecino o de la mejor amiga de tu hija. Ellos aparentan ser jóvenes perfectamente normales y que disfrutan de una vida alegre. Pero detrás de sus dulces rostros, guardan un gran secreto del cual sienten que no pueden hablar: mi mamá o mi papá es un alcohólico o drogadicto.
Cuando los jóvenes crecen en un hogar en el que uno de los padres abusa de sustancias controladas, pueden desarrollar problemas que potencialmente perduren toda su vida. Corren el riesgo de sufrir de depresión y ansiedad, a menudo carecen de destrezas sociales/interpersonales o de otro tipo y tratamienton una probabilidad mayor de desarrollar problemas de abuso de sustancias controladas que los jóvenes que no tratamienton un padre adicto.
Los jóvenes de padres que abusan de sustancias controladas también pueden sentirse aislados, avergonzados o temerosos de traer amigos de visita a su casa. Los expertos dicen que estos jóvenes necesitan adultos comprensivos que los ayuden, aunque sea sólo para conversar de la situación, demostrándoles que desahogarse al respecto no significa que estén traicionando a sus padres. Estos adultos de confianza (como parientes, amigos, maestros, entrenadores o el personal de enfermería de la escuela) pueden ayudar a los jóvenes de padres que abusan de sustancias controladas a sentirse menos solos, faltos de cariño y confundidos por las acciones de sus padres. Estos adultos comprensivos pueden hacerles entender que la situación por la que están pasando no es su culpa, ya que ellos no pueden curar a sus padres y probablemente no pueden mejorar lo que está pasando.
Los adultos pueden reconocer a los jóvenes que sufren de este tipo de problema si están atentos a señales como: llegar tarde a la escuela, la tendencia de mantenerse apartados de otras personas, inestabilidad en el desempeño académico y en otras funciones y/o el padecimiento de enfermedades físicas como dolores de cabeza o de estómago sin causa aparente. A veces, el mero hecho de conversar en un ambiente familiar o en la escuela sobre su situación particular es suficiente apoyo para un niño. En otras ocasiones, estos jóvenes necesitan ayuda a través de un grupo de apoyo como
Los adultos comprometidos que trabajan a diario con hijos de padres que abusan de sustancias controladas se pueden convertir en un apoyo permanente para estos jóvenes.
El consumo problemático en los hijos no es ninguna casualidad, suele resultar de una crisis e inestabilidad familiar que no se resolvió a tiempo; y el consumo agudiza la tensión familiar y da origen a otros problemas de salud, legales, etcétera. Cabe preguntarnos, sin embargo, ¿qué pasa cuando el consumidor no es uno de los hijos, sino uno o los dos padres?, ¿cómo afecta esto en la salud física y emocional de los hijos?
Equilibrio familiar frágil
Resaltemos, por principio, la importancia de la familia en la formación y en el desarrollo de habilidades que ayudarán a los hijos a hacer frente a situaciones de alto riesgo.
En el hogar se adquieren valores, creencias, actitudes y hábitos que influirán en el pensamiento y comportamiento de las personas a lo largo de su vida. Ahí surge y consolida la identidad de los hijos, y se les enseña a apreciarse a sí mismos. Es decir, se genera un entorno familiar equilibrado emocionalmente. Pero este equilibrio en condiciones desfavorables puede ser frágil y llegar a romperse; esto es lo que ocurre cuando una de las figuras parentales del menor presenta una adicción o una relación problemática con las drogas, tanto legales (alcohol y tabaco) como ilegales (mariguana, cocaína, metanfetaminas, entre otras).
En las familias donde hay un padre o una madre con problemas de consumo de drogas suelen ocurrir mayores complicaciones para que los menores puedan afrontar situaciones problemáticas. Más aún si a estos factores se les suman actitudes favorables hacia el consumo de drogas, la excesiva tolerancia y ambigüedad respecto en las normas familiares con relación al consumo, dificultades de orden escolar, como el bajo aprovechamiento o la deserción, el rechazo de su grupo de iguales, el establecimiento de estilos de interacción problemáticos o la inclusión con sujetos consumidores o que atribuyen un valor importante a las prácticas de consumo.
Por ello, una de las funciones más importantes que tienen las familias en las sociedades contemporáneas es transmitir y modelar tanto actitudes como repertorios conductuales que les permitan a sus miembros asumir posiciones responsables y saludables ante situaciones de riesgo a lo largo de su vida, como lo es el uso de sustancias tóxicas.
Consecuencias físicas y emocionales
Las consecuencias en los hijos de padres consumidores suelen ser tanto físicas como emocionales, y representan la posibilidad de que al vivir en una situación de violencia ya sea física, verbal o por abandono o negligencia como consecuencia de la relación entre el padre y la sustancia, la salud de los hijos se vea seriamente afectada.
Uno de los grandes problemas al educarse dentro de este tipo de familias es que se crece en un ambiente de carencias económicas, familiares, afectivas y formativas, lo que a la larga puede derivar en un menor que pudiera repetir una tendencia al consumo de sustancias como efecto de la carencia de habilidades, de la escasa percepción de riesgo y del aprendizaje por imitación.
Lectores de La Senda, por todo ello, reflexionemos sobre el consumo de sustancias y su potencial efecto en nuestros hijos.
Los hijos de papás adictos
Algunas de las repercusiones a nivel psicológico y físico en los hijos que pueden estar asociadas con la socialización en un entorno familiar caracterizado por la adicción de los padres, son:
• La baja capacidad para socializar con su grupo de iguales, la cual puede verse reflejada en la interacción que, por lo común, tienen con redes reducidas de amistades.
• El rechazo a dedicar tiempo a otras actividades, lo que puede influir en una disminución de la actividad física y como consecuencia, una posible obesidad.
• La imitación de modelos de comportamientos externos, una baja seguridad hacia referentes personales y un déficit en los niveles de autoestima.
• Estados constantes de ansiedad que pueden convertirse en un importante factor de riesgo para el inicio del consumo de drogas o para el desarrollo de otro tipo de problemas de salud mental (trastornos alimenticios, ludopatía, etcétera).
• La carente estimulación temprana y un estilo de crianza deficiente por problemas con consumo de drogas puede ser un importante factor para presentar Trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad entre niños en edad escolar.
• Cuadros de depresión juvenil e infantil, caracterizados por cambios frecuentes en el estado de ánimo, sentimientos de minusvalía, comportamiento agresivo, alteraciones del sueño, ideas y pensamientos de muerte, entre otras.
• El constante sometimiento a situaciones familiares conflictivas y de alto estrés puede provocar contracturas musculares, cefaleas y dolores de cabeza.
KARLA SIGUENZA
MARIELA BRAVO
4"C"
KARLA SIGUENZA
MARIELA BRAVO
4"C"
No hay comentarios:
Publicar un comentario